14 de enero de 2015

... sin música es como un cuerpo sin alma


Ahora que nos encontramos a mediados del mes de enero, el mes de San Juan Bosco, en el cual estamos preparando su festividad, y la procesión extraordinaria a celebrar el 31 de enero de 2015 con motivo del bicentenario de su nacimiento, hemos creído conveniente traer a nuestro sitio web unos párrafos alusivos a Don Bosco y la música. Estamos convencidos de que el contenido que vertemos a continuación les parecerá, cuanto menos, curioso.



SÍNTESIS


Don Bosco entendía que la música era una herramienta pedagógica de primer orden. Servía para expresar la alegría en el patio, en las excursiones... y también para resaltar las celebraciones religiosas. Con el canto vocal estaba organizada la banda.

Desde los inicios del Oratorio quiso que la música fuera un latido de vida y alegría. Llegó a decir:
Un Oratorio sin música es como un cuerpo sin alma.

Aunque la actividad fue iniciada por el mismo Don Bosco, prontamente buscó personas competentes que le ayudaran en este campo. Cabe destacar la presencia de D. Luis Nasi, sacerdote amigo de Don Bosco que colaboró durante muchos años en la enseñanza de música a los chicos de Don Bosco.

Mediante la música pretendía Don Bosco animar a los chicos, fomentar la alegría, mantenerlos
entretenidos y educar la sensibilidad que frecuentemente quedaba hecha girones en los trabajos que realizaban fueran del Oratorio.



COMENTARIO


La función de la música instrumental y vocal, en el sistema educativo de Don Bosco, está en estrecha conexión con su idea de educar mediante la alegría y un ambiente educativo sereno y tranquilizador. A la música se le dio amplia cabida en todas las Obras salesianas, desde el Oratorio festivo al Colegio para estudiantes, las escuelas de artesanos y profesionales (en éstas es particularmente fomentada la banda de música), proporcionando un aire festivo a todas las solemnidades, sagradas y profanas: ceremonias religiosas, procesiones, paseos y excursiones, recibimientos y despedidas, distribución de premios, complemento a las funciones teatrales...

En 1859 Don Bosco hizo escribir en la puerta de la sala de música una frase de la Escritura, adaptando su sentido: «Ne impedias musicam». Pero luego mejorará la expresión con la afortunada frase: "Un Oratorio sin música es como un cuerpo sin alma". Esta frase, dicha por Don Bosco en algunas circunstancias, no hacía sino expresar un convencimiento, que fue realidad vivida y práctica desde los albores de su actividad educativa.

Las intencionalidades educativas son diversas. En los primeros tiempos, la música era considerada prevalentemente como medio para atraer a los jóvenes: "hubo una enorme afluencia de curiosos"; "constituyó un poderoso atractivo la clase de canto". A esto se añadía el motivo religioso, sobre todo respecto al canto sagrado y gregoriano: "Era, además, su deseo y su intención que los muchachos ayudaran al Párroco en el canto de las funciones sagradas, al volver a sus casas".

Existe también otro motivo: "Hay que tener siempre ocupados a los muchachos". Sin duda, la valoración más estrictamente pedagógica es la que refiere Don Ceria en los Anales: "La principal razón se halla en la saludable eficacia que Don Bosco atribuía a la música sobre el corazón y sobre la imaginación de los jóvenes a fin de ennoblecerlos, elevarlos y hacerlos mejores".



NOTAS HISTÓRICAS


Don Bosco sabía tocar discretamente el órgano y el piano. También tocaba el violín, pero dejó de hacerlo un día al ver que a sus sones la gente bailaba... En su estancia en Castelnuovo aprendió a cantar gregoriano. Con esta sencilla preparación se lanzó a enseñar cantos y música a sus chicos del Oratorio. En el año 1842 inició las clases de música con los chicos. De esta época se conserva el texto y la música de un sencillo villancico compuesto por Don Bosco, cuya letra dice así:
Entonad con voz de júbilo / gratos cánticos de amor / 
que ha nacido un tierno Niño / nuestro Dios y Salvador./ 
Oh, cuán luciente / es cada estrella. / 
La luna muéstrase / fúlgida y bella.../ 
Don Bosco la enseña a los primeros muchachos del Oratorio, carentes de toda instrucción musical y conocimiento de solfeo. La cantaron con gran entusiasmo. Pero varios meses después, Don Bosco aprovecha el esfuerzo realizado y «recicla» la citada canción de Navidad: Le cambia la letra y la utiliza como canción para la comunión...

Un antiguo muchacho del Oratorio narrará, muchos años después, y de forma simpática, las vicisitudes que encontraba Don Bosco para adquirir instrumentos musicales con los que acompañar el canto:
«Para mantener entonados a los chicos, y para acompañar las canciones de la Virgen, Don Bosco compró en julio de 1847 un desvencijado acordeón por doce liras. Y el 5 de noviembre del mismo año, compró para la capilla un organillo de manivela que le costó ¡35 liras! Con precio tan barato es fácil imaginar las notas que podía emitir. Se hacía sonar por medio de una manivela y las piezas musicales grabadas en su cilindro eran: el himno a la Virgen «Ave Maris Stela», las letanías a María, un «Magníficat» y algún que otro canto religioso. Quizás durante años, había rodado este organillo de ermita en ermita en las solemnidades. 
Pronto se cansaron de las mismas canciones del organillo a manivela. D. Bosco contempló la necesidad de adquirir un piano para su escuela de canto. El teólogo Juan Vola le ayudó, regalándole un antiguo clavicordio que tenía en su casa. «¡Me costó 30 liras, ¿sabéis?» dijo mientras se lo entregaba a los jóvenes que acudieron a su casa para transportarlo al Oratorio. 
Bonetti, G. «Cinco lustros de historia del Oratorio» 1899

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